Todos nos quejamos de nuestros horarios frenéticos, pero ¿alguien toma alguna medida para racionalizarlos? La respuesta es afirmativa. Mientras el resto del mundo sigue rugiendo, una amplia y creciente minoría está inclinándose por no vivir con el motor acelerado al máximo. En cada actividad humana imaginable, desde el sexo, el trabajo y el ejercicio hasta la alimentación, la medicina y el diseño urbano, esos rebeldes hacen lo impensable: crear espacio para la lentitud. Y la buena noticia es que la desaceleración surte efecto. Lee el resto de esta entrada »